miércoles, junio 27, 2007

YO OPOSITO, TÚ OPOSITAS, ÉL OPOSITA...

Soñemos.

Es la prueba llamada de tema, en la oposicion de Lite­ratura.

Titulo del tema: Los registros de la conciencia literaria en «Madame Bovary».

La joven esta sentada en su pupitre, muy por debajo de los seis miembros del tribunal instalados en lo alto, encima de su tarima. Para incrementar la solemnidad de la cosa, imaginemos que ocurre en el gran anfiteatro de la Sorbona. Un olor de siglos y de madera sagrada. El si­lencio profundo del saber.

Un escaso público de parientes y de amigos disemina­dos en las gradas oye su corazón único latir al ritmo del miedo de la joven. Imágenes todas ellas de abajo arriba, y la joven muy al fondo, aplastada por el terror de toda la ignorancia que le queda.

Leves crujidos, toses sofocadas: es la eternidad ante­rior a la prueba.

La mano temblorosa de la joven dispone sus notas de­lante de ella; abre su partitura del saber: Los registros de la conciencia literaria en “Madame Bovary”..

El presidente del tribunal (es un sueño, demos a este presidente una toga sangre-de-buey, edad avanzada, hom­bros de armiño y peluca “cocker” para acentuar sus arru­gas de granito), el presidente del tribunal, pues, se vuelve a la derecha, levanta la peluca de su colega y le murmura dos palabras al oído. El adjunto (más joven, la madurez. rosada y sabia, idéntica toga, idéntico tocado) asiento con gravedad. Lo comunica a su vecino mientras el pre­sidente murmura a su izquierda. El asentimiento se pro­paga hasta los dos extremos de la mesa.

Los registros de la conciencia literaria en «Madam Bovary». Perdida en sus notas, asustada por el brusco de­sorden de sus ideas, la joven no ve que el tribunal se le­vanta, no ve que el tribunal baja de la tarima, no ve que el tribunal se le acerca, no ve que el tribunal la rodea. Alza la mirada para reflexionar y se descubre atrapada en la trampa de sus miradas. Debería sentir miedo, pero esta demasiado ocupada por el miedo de no saber. Apenas se pregunta: ¿qué hacen tan cerca de mí? Vuelve a sumer­girse en sus notas. Los registros de la conciencia litera­ria... Ha perdido el esquema de su tema. iUn esquema tan límpido, sin embargo! ¿Qué ha hecho con el esquema de su tema? ¿Quien le devolverá los claros pasos de su argumentación?

-Señorita...

La joven no quiere escuchar al presidente. No para de buscar el esquema de su tema, desvanecido en el torbe­llino de su saber.

-Señorita...

Busca y no encuentra. Los registros de la conciencia literaria de “Madame Bovary”... Busca y encuentra todo el resto, todo lo que ella sabe. Pero no el esquema de su tema. No el esquema de su tema.

-Señorita, por favor...

¿Es la mano del presidente lo que acaba de posarse en su brazo? ¿Y desde cuando los presidentes de los tri­bunales de oposición posan la mano en el brazo de las candidatas? ¿Es la infantil suplica, tan inesperada en esa voz? ¿Es el hecho de que los adjuntos comiencen a remo­verse en sus sillas (pues cada uno de ellos ha traído su si­lla y todos están sentados a su alrededor?... La joven le­vanta finalmente la mirada.

-Señorita, por favor, olvídese de los registros de la conciencia...

El presidente y sus adjuntos se han quitado las pelu­cas. Muestran el pelo alborotado de los niños, unos ojos grandes abiertos, una impaciencia de hambrientos. -Señorita... ¡cuéntenos Madame Bovary!

-¡No, no!... ¡Mejor cuéntenos su novela favorita! ¡Sí, La balada del café triste! iA usted le gusta mucho Carson McCullers, señorita, cuéntenos La balada del café triste!

-Y después dénos ganas de volver a leer La princesa de Clèves, ¿vale?

-iDénos ganas de leer, señorita! -iGanas de verdad! -¡Cuéntenos Adolphe!

-¡Leanos Dedalus, el capítulo de las gafas! -iKafka! Cualquier cosa de su Diario... -¡Svevo! ¡La conciencia de Zeno!

-¡Leanos El manuscrito hallado en Zaragoza! -¡Los libros que a usted más le gusten! -¡Ferdydurke!

-¡La conjura de los necios!

-iNo mire el reloj, tenemos tiempo!

Como una novela

DANIEL PENNAC

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