Querido Mariano:
¿Quién me tienta a las nueve treinta? ¿Por qué me rondas? ¿Por qué me buscas si nuestro amor es imposible? ¿Pero es que no ves que mi niña ya ha nacido en España y ya tiene una familia de padres unidos por el amor y no por jueces o curas? ¡Ya tiene una vivienda con su hipoteca de serie! Los padres de mi niña ya tienen trabajo y se ganan la vida dignamente, suspirando, como todos, por esos meses en los que la paga es doble. ¿Recuerdas, Mariano? "Eso es lo mínimo que debemos pedir para todos: una familia, una vivienda y unos padres con trabajo", me susurraste al oído cuando nadie nos veía. Entonces, ¿por qué le voy a decir que sí a quien ofrece lo que ya tengo? A menos, claro, que me subas el suedo del trabajo que ya tengo, me condones la hipoteca de la vivienda en la que ya vivo y me pongas siete ayudas de cámara, dos masajistas y un minibar en la familia que ya hemos fundado. Así, igual podríamos empezar a hablar. Seré yo, y no el presidente del Gobierno, el que procure que mi niña reciba una educación, que será pública, por supuesto, tan buena como la mejor; y será ella misma la que se paseará por todo el mundo sin complejos, porque no me cabe la menor duda y porque, para eso, Mariano, y no te lo tomes a mal, no me haces ninguna falta. ¡No conoces a mi niña, Mariano! Y que sabrá idiomas es incuestionable, porque eso lo garantizamos su madre y yo, la Escuela Oficial de Idiomas y, si hace falta, el 902 20 21 22. Y el gallego será uno de esos idiomas, amigo Mariano, que es un idioma que tú olvidaste en León, pero idioma y declaración de principios, todo a un tiempo. Y mi hija tendrá el título profesional que se cotice en todo el mundo que a ella le dé la gana, "estetisién" o astronauta, labradora o física nuclear. ¿Heraldo de la libertad? ¡Ay! Ya no sé si tanto, con eso tampoco me pones. Te pones tan tontorrón, Mariano... ¿De la tolerancia y de los derechos humanos? La duda ofende, Mariano, ya me gustaría que las niñas mayores de tu partido ya fueran heraldos de esos. Mi hija habrá crecido en libertad si gobierna un Gobierno -perdona, Mariano, me gusta redundar- que no la desampare por ser lesbiana, musulmana o protestante, y las garantías de tus ofertas en ese sentido son más que dudosas, porque vosotros tenéis una concepción de la familia del siglo XVIII, de la Casa de 1906. Y claro que no tendrá miedo a las ideas de los demás, porque la educación se fabrica en casa, Mariano, tú tienes hijos y lo sabes. ¿O acaso la política te mantiene demasiado apartado de tus obligaciones como padre? Y de que habrá aprendido a respetar a todos los que respetan la Ley puedes estar seguro, que tengo muchas horas de periodismo de tribunales y sé cómo se las gastan en los juzgados. No me preocupa que mi hija sienta un "hondo orgullo" por ser española, y si quiere ser francesa o canadiense será su elección. Así que, Mariano, y no te molestes ¿Por qué tendría que votarte? ¿Es que no ves que "prefiero un buen polvo a un rapapolvo y un bombero a un bombardero, crecer a sentar cabeza, prefiero la carne al metal; y las ventanas a las ventanillas? ¿No ves que prefiero el lunar de tu cara a la pinacoteca nacional y la revolucióna las pesadillas, y el tiempo al oro, la vida al sueño, el perro al collar, las nueces al ruido, y al sabio por conocer que a los locos conocidos? ¿Que prefiero querer a poder, palpar, a pisar; ganar a perder, besar a reir, bailar a desfilar, y disfrutar a medir"? [gracias, Joan Manel Serrat, por prestarme tus palabras] ¿No ves, Mariano, que nuestro amor es imposible? ¿Por qué me buscas? Yo votaré el 9 de marzo, Mariano, y te juro que lo haré con todas mis fuerzas. Abraza a tu niña, Mariano, que a la mía ya la abrazo yo.
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